Radeau des Cimes, un teledirigible que Francis Hallé y su equipo inventaron para llevar a cabo sus exploraciones
Siempre se nos ha dicho que ya nada queda por explorar en nuestro planeta Tierra, pero desde hace 20 años el ser humano ha llegado a un nuevo lugar: el dosel del bosque ecuatorial. Un mundo ignorado a ojos del hombre , cuya importancia biológica es indiscutible. A él llega el 75% de la energía lumínica, los colores son vivos y los olores puros e intensos. Su fauna es intranquila, y tan sumamente amplia que, a día de hoy, resulta imposible catalogizarla. ¿Quién habría pensado alguna vez que es en la copa de los árboles donde posiblemente se localice el el pasado y el futuro de nuestro especie humana?
Francis Hallé, profesor de Botánica Tropical en la Universidad de Montpeller, fue el encargado de explicarlo. Coincidiendo con el día mundial de la Biodiversidad, Cosmocaixa volvió ha sorprendernos con una conferencia sublime a manos de un hombre que ha conseguido caminar sobre los escasos bosques primarios –aquellos donde la actividad humana no ha llegado- que todavían existen.
El dosel de la selva y su inmensa diversidad vegetal y animal, lo han convertido en el hábitat más complejo de la Tierra. Hallé, que ha dedicado gran parte de su vida a explorar estos lugares considerados hasta entonces inaccesibles, argumentó con vehemencia la importancia de su investigación. Así, por ejemplo, nos descubrió que en la copa de esos árboles existe un futuro farmacológico y medicinal indiscutible. Una riqueza bioquímica poco conocida que procede de la hiperactividad molecular de sus plantas, y que supera en un alto porcentaje a lo que encontramos a ras de suelo. Nuestro investigador incidió en lo que él llama la coevolución animal-planta, un proceso que se ha dado a lo largo de millones de años, y que se traduce en una lucha por la supervivencia de sus respectivas especies a través de diferentes modificaciones genéticas. Éstas, unidas a la fuerte luz solar del dosel, dan como resultado un desconocido potencial farmacológico.
Además de un prometedor futuro medicinal, el dosel ecuatorial contiene la biodiversidad ecológica más grande del mundo. Si tenemos en cuenta la acumulación de los diferentes cambios genéticos, se da lo que se conoce como el Juego de Ping-Pong, un proceso en el que constantemente aparecen especies nuevas. Ahora bien, y sin desmerecer la importancia de todos estos argumentos para defender la preservación de las selvas, existe un detalle que nos enraiza todavía más a nosotros, los humanos, a estos recónditos lugares. Nuestra especie, el género Homo, apareció por primera vez en el dosel de los árboles. En 1859, Darwin ya lo dijo: “el hombre viene del mono”. Hasta que no logramos la verticalidad fuimos los Señores del Dosel. Un aspecto que lejos de limitarse a ser anecdótico, debería despertarnos ese instinto primitivo de lucha por nuestro origen más lejano.
Allí comenzó nuestra evolución, y allí se encuentra nuestra supervivencia. Ahora que apenas quedan bosques primarios en nuestro planeta, nuestro pulmón amazónico se ahoga, nuestros bosques se queman y nuestros animales están desapareciendo. Por todo ello, ayer, el día mundial de la biodiversidad pasó a ser algo más que una fecha especial en el calendario: nos recordó que nuestro planeta aún puede aspirar a un futuro mejor.