Pero, ¿de qué hablamos cuando utilizamos el término transgénico? La biotecnología utiliza organismos vivos para obtener productos de aplicación comercial, para ello se introducen genes de microorganismos, plantas y animales en otros organismos distintos. Aquellos que reciben la nueva información genética adquieren las características del gen introducido y se les conoce como transgénicos. Durante la pasada década, su aparición en el mercado alimentario suscitó temores entre consumidores, organismos no gubernamentales y gran parte de los estados de la Comunidad Europea. Por consiguiente, no escasearon movimientos sociales que rechazasen públicamente su comercialización. Mientras éstos alegan una extensa lista de contras, encabezados por argumentos tales como la posible pérdida de biodiversidad, el incremento de casos de alergia entre los seres humanos o la afectación en la eficacia terapéutica de los antibióticos, el Servei d’Assistència a la Investigació de Genòmica Vegetal liderada por Teresa Capell encara el rechazo con un discurso de esperanza y progreso humano. Nos recuerdan los beneficios de los alimentos fortificados con vitaminas y micronutrientes esenciales que, aseguran, combatirán las deficiencias nutricionales de un alto porcentaje de la humanidad. Tal es el caso de lo que llaman el Arroz Dorado. Mediante la producción de pro-vitamina A en el endosperma del arroz se ha podido vislumbrar un valor añadido para aquellos países cuya base alimentaria depende de este cereal. Se le conoce como dorado pues el gen marcador introducido en su ADN se manifiesta visualmente con un color muy cercano al oro. Pero las aplicaciones derivadas de la biotecnología vegetal no quedan sólo ahí. Actualmente diferentes ensayos clínicos están probando la eficacia espermicida de una pomada vegetal. Un proyecto europeo que ha investigado la producción de anticuerpos que neutralizan el virus del SIDA en semillas de maíz transgénico.
La discusión sigue candente. Las investigaciones seguirán avanzando, y las posturas contrarias engrandecerán sus razones. Por el momento, la legislación europea es más restrictiva que en países como China o Estados Unidos. Los resultados vendrán al son del tiempo que transcurra día a día. Voces prohibitivas o bien, discursos más paliativos como el de Norman E. Borlaug durante la entrega de su Premio Nobel: “Si queréis paz, cultivad justicia, pero también cultivad pan, porque sino... no habrá paz”.
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